Descanso
El alba llegó demasiado pronto esa mañana, o quizás ellos habían corrido demasiado deprisa. Sentían la espalda cansada y hasta la ropa les pesaba sobremanera. Sin embargo, allí, apartados de la ruidosa civilización, tuvieron al fin un momento de descanso. La violencia había cesado; el sonido de la gente. Las cenizas comenzaban a cubrir con su espectral manto el camino de huida, y la verja, entre abierta y agujereada, silenciosa, era su único testigo.
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